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Fecha: 25.02.2022
Bernhard y Lydia están a punto de dar un cambio drástico en sus vidas: en abril de 2022, se mudarán a Malaui para ayudar a prestar asistencia médica y formar al personal de asistencia médica local, junto con sus tres hijos de entre uno y tres años.
Es martes, 30 de noviembre de 2021, y Bernhard está limpiando su taquilla. El hospital está en calma, así puede pararse a reflexionar tranquilamente sobre el gran paso que van a dar y prepararse para decir adiós.
En casa es otra historia. Reina el caos. Las cajas de la mudanza están apiladas unas encima de otras, algunas ya precintadas, otras aún medio llenas con algunas pertenencias. Lydia, la esposa de Bernhard, no sabe dónde acudir.
Los dos niños, Finn y Nathan, corren alborotadamente alrededor de las cajas mientras Lina, de 6 meses, sueña tranquilamente en su cuna. “¿Cómo se adaptarán a la vida en Malaui?”, se pregunta Lydia.
Malaui se considera una joya escénica en el corazón de África, con altísimos picos montañosos, mesetas elevadas y valles fértiles. La gente de Malaui es conocida por su naturaleza amistosa y su situación política es estable.
La otra cara de Malaui es la pobreza. Como el tercer país más pobre del mundo, su sector sanitario sufre una enorme falta de financiación. Incluso el tratamiento médico o la cirugía de rutina más sencillos suponen un verdadero desafío.
Con 0,4 por cada 10 000 habitantes, Malaui tiene la concentración de médicos más baja del mundo. En este momento, apenas hay entre 40 y 50 cirujanos y 10 enfermeros de cuidados intensivos para una población que ronda los 20 millones.
Aquí es donde entran Bernhard y Lydia. Desde abril de 2022, trabajan en el Hospital de Nkhoma y ayudan a formar a cirujanos y personal de enfermería de cuidados intensivos africanos.
Tienen lo necesario: Lydia es una enfermera titulada que ha trabajado en varias UCI y aprovecha cada oportunidad para seguir formándose. Bernhard se especializó en cirugía tras finalizar su licenciatura en medicina y su último trabajo fue como médico jefe.
“Nos conocemos desde niños y nos casamos en 2008. Nuestro sueño de brindar ayuda en un país con recursos limitados no ha hecho sino crecer con los años. Cuando nos hablaron del proyecto del Hospital Nhkoma, nos dimos cuenta de que todo lo que habíamos hecho y vivido en las últimas décadas nos había llevado a este momento», recuerda Lydia Widmann.
Incluso cuando la partida era inminente, les quedaban muchos retos por delante. El gobierno tan solo subvencionó algunos de los costes, por lo que necesitaban fondos adicionales para poder trabajar una vez allí. “Las aportaciones que hemos recibido de diversas instituciones, de particulares y de Hamilton Medical han sido de gran ayuda”, reconoce Bernhard. “Gracias a la gran solidaridad de un amigo, obtuvimos varios respiradores y material fungible. Estos dispositivos son especialmente valiosos porque, antes de que llegásemos, el país no contaba con ningún equipo de ventilación para los pacientes en cuidados intensivos».
Una iniciativa como esta no nace de un día para otro. La incertidumbre nos acompaña constantemente. Sentimos como si estuviéramos cambiando la seguridad por la inseguridad, la comodidad por la aventura y la prosperidad por la pobreza. Pero, aun así, sabemos que hemos tomado la dirección correcta y no vamos a virar el rumbo.
En los últimos meses antes de la partida, hubo que ultimar todos los preparativos y despedirse de todo aquello que les resultaba familiar y seguro. «¿Volveré a trabajar en este hospital?», se preguntaba Bernhard. «¿Encontraremos nuestro sitio como familia?», dudaba Lydia.
Pero, a pesar de tanta incertidumbre, se sentían enormemente agradecidos. Agradecidos de tener la oportunidad de dar a otros lo que ellos han tenido.
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